viernes, 17 de septiembre de 2010

la vista

Se llama presbicia o vista cansada, sinónimo de dos palabras que tiene una connotación traicionera. Los ojos fatigados dejan de ver en las distancias cortas, allí donde un hombre se la juega. Y yo me pongo unas gafas monofocales para corregir ese defecto natural y resulta que no veo lo que hay alrededor. Pongo el foco en el libro o en el periódico y pierdo la perspectiva global. Se acabó eso de leer a la par que ves la tele o miras al infinito. Tendrá algo bueno, y es que te concentras en eso que lees, un poco más de lo normal. Durante ese tiempo, de alguna manera, fuera de esos veinte o 25 centímetros, el mundo no existe, porque es ruido sin definición, nebulosa de sombras que transmiten goles que no se ven o corazones rotos en las ondas. Ni siquiera la globalidad del periódico es posible de atisbar, ese vistazo general de la portada ha dejado de existir, para convertirse en un recorrido donde se mueve el periódico o la cabeza, según seas de Lepe o no. En fin, tienen los budistas un dicho que dice: “haz lo que haces”. Tienen razón y mucha, algunos queremos cabalgar a lomos de siete caballos a la vez y hay veces, las más, que la caída está asegurada. No vendrá mal de vez en cuando no ver más allá de un palmo de tus narices.

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