domingo, 29 de agosto de 2010

reos

Los cautiverios ocupan la prensa esta semana. Afortunadamente, los cooperantes españoles son liberados tras su largo secuestro. Aparece junto a ellos el secuestrador, ya libre. Imágenes para la locura. Su tortura no tenía fecha de caducidad, incluso pudo tener otro tipo de caducidad. Ahora se critica la caravana solidaria. La ayuda desinteresada a veces no es entendida. Hay otros cautivos, mineros en Chile. Saldrán si todo sale bien. Pero no se sabe cuándo. La ingeniería al servicio de la vida. La misma que bien empleada, con medidas de seguridad adecuadas, hubiera evitado este encierro involuntario. Desde el accidente se han cerrado unas cuantas minas. Nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. En Afganistán hay otro tipo de cautividad, el que sufren millones de almas inocentes, presos de un fundamentalismo religioso estúpido que no quiere ceder sus privilegios, que las encierra de por vida, que se ceba en mujeres y niñas, reos de una historia que parece haberlos dejado anclados en la edad media, de una miseria de la que no salen y de un conflicto de intereses donde ellos son los escudos humanos. Antes, las guerras tenían principio y final. Ahora tienen principio y el final se inventa, se anuncia a bombo y platillo pero no es real. Pasan los años y no se avanza. Entre medias, los soldados españoles se dejan la vida. No sé cuántos de ellos se sentirán también atrapados, atados por decisiones geoestratégicas que para nada calmarán a viudas o familias. Éstas quedarán presas de una historia que pasó por la puerta de su casa y se llevó a sus hijos para devolverlos envueltos en banderas, siempre las banderas.

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