miércoles, 28 de julio de 2010

toros

Sólo he ido dos veces a los toros en mi vida. Una hace muchos años, 20 quizás, en Las Ventas de Madrid, una corrida cualquiera, por ir, por conocer de qué iba eso. No volví a ir, no era algo que necesitara. Las aficiones surgen de no se sabe dónde, muchas veces de los sueños, otras veces de la realidad, de lo que nos cuentan cuando somos niños o de lo que vemos hacer a los adultos más cercanos. Mi bisabuelo fue veterinario en la plaza de toros de Albacete. Mi abuelo, por otra vía, gustaba mucho de la fiesta. Recuerdo que en su casa nunca faltaba la revista El Ruedo, que yo leía con gusto en los meses de Agosto, los vacacionales. Y recuerdo que yo imitaba a los dibujantes que en esa publicación mostraban su buen arte y pasaba ratos dibujando estampas toreras, con caballos y reses, con matadores a caballo y a pie, en muy diversos lances, dibujos inexpertos y carentes de opinión. Nadie hubiera discutido entonces las corridas de toros. Mi padre heredó de ambas ramas su afición, disfrutó en la plaza y después en la tele. Yo no heredé la afición pero sí la curiosidad. Me gustan las prohibiciones que tienen sensatez. Nunca se me hubiera pasado por la cabeza que alguien pudiera pensar en prohibir este espectáculo. En este debate hay de todo menos amor a los animales. A éstos los quieren cuatro, lo cual no digo que esté bien, pero todos comemos cerdo, ternera, merluza y algunos de los que prohíben se irán esta noche de cena y no comerán verdura. No es hipocresía, es falta de coherencia, es ganas de salir en la tele, es oportunismo, es búsqueda de protagonismo, cuando el mundo y nuestro país tienen tantas cosas por resolver. Pero la política es a veces oscura, retorcida y llena de sombras. No me manifestaré, no creo que vuelva a ir a los toros, pero sí pensaré en aquellos que, movidos por no se sabe qué, recuerdos, memorias, afición, diversión, quisieran ir en Cataluña y no podrán. Por cierto, la segunda vez que asistí a una corrida fue con mi padre el verano pasado, meses antes de que falleciera. Quizás fuera la última que vio, en directo seguro. Incluso televisada. Creo que disfrutó. Y eso no tiene precio.

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