sábado, 3 de julio de 2010

dinamarca

Dicen las encuestas que los daneses se consideran los más felices del mundo occidental. Desde dentro y por unos días uno observa unos buenos servicios, un país bonito y agradable y una sensación de tranquilidad en el aire. Buenos cimientos en un principio. Dinamarca es verde, es calle y parque cuando los rayos solares aparecen, cuando a las cuatro de la mañana es de día y cuando anochece tarde. El agua todo lo empapa, con su presencia constante, la cerveza también. Bicis por doquier, para hacer deporte pero sobre todo como medio de transporte. Los estudiantes celebran el final de su bachiller con gorra blanca y fiestas a bordo de furgonetas o camiones. Dentro de Copenhague aparece Christiania, intento de comunidad independiente, reducto hippy, amenazado por los que quieren evitar que la diferencia y la marginación habite en el centro de una ciudad. Para la curiosidad de los turistas y para la reflexión de todos. El calor llega y los ciudadanos invaden parques a modo de playas y canales convertidos en piscinas. Quizás la felicidad consista en eso, en contentarse con lo que hay en cada momento de la vida. Hoy toca luz, luego llegará el duro invierno y el calor del hogar.

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