viernes, 9 de julio de 2010

The catcher in the rye

Quizás a usted esto le suene a una declaración de pesimismo: la vida se nos escapa por entre las manos. Pero que venga alguien a rebatir que no es cierto. Aprovecho la frase para decir que lo que pretendo es que usted aproveche el tiempo, en este caso, en lo que a la lectura se refiere. ¿Por qué este libro? Porque su autor escribió poco, se encerró en vida y a pesar del éxito de esta obra rehusó seguir escribiendo y rehusó el contacto con el exterior, convirtiéndose en un auténtico guardián de su silencio. Y me apetece saber qué escribe alguien que hace eso. Y lo que escribió quita el sentido. Publicado en 1951, cuenta las peripecias de un chaval de 16 años en un corto espacio de tiempo. Adolescencia divertida, desesperada, el barullo de esa época, el barullo de la vida, el barullo infinito que lleva a no saber lo que se quiere, algo que desgraciadamente o afortunadamente no es sólo consecuencia de los pocos años vividos. Mas razones para leerlo: porque es delicioso, porque te obliga a pensar, porque la influencia de su autor en la literatura posterior es muy significativa, porque describir la soledad no es fácil, porque la indecisión te aguarda en cada esquina, porque hay cosas que hay que leer obligatoriamente antes de nada, o porque si no hubiera leído este libro, nunca hubiera leído lo siguiente: “Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando viene entre el centeno” (Robert Burns)

El guardián entre el centeno. J.D.Salinger. 1951

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