miércoles, 10 de junio de 2009

roland garros

No me gustan los deportistas que se quejan, inventando excusas cuando las cosas van mal. El deporte no debe de dejar de ser aceptación de la norma básica de que unos ganan y otros pierden. No me gusta que los que rodean a los protagonistas también se quejen, incluyendo entrenadores, managers, … Dice el manager de Nadal que el público de Roland Garros es estúpido. Creo que se equivoca porque quién generaliza suele errar. Lo que yo no soporto de Roland Garros no es que no apoyen a Nadal. Lo que no soporto son los aires de grandeza de algunos de aquellos que se sientan en las primeras filas y palcos, aquellos que exhiben sus mejores galas, con trajes impolutos, sombreros y joyas, demostrando año tras año que sólo ellos pueden estar ahí para pagar la entrada. Ostentación que me recuerda a las infinitas entregas de premios que pueblan la tierra, tipo Oscar de cine, Goyas españoles, no sigo. Glamour le llaman unos, trajes de diseño, bellezas, modelos a seguir, simpatías infinitas, vaya problema es ser feo y pobre. Para ellos no hay finales en Paris ni pasarelas en Madrid. Nos quedará el ejercer de palmero en ambas, viendo la tele claro. Empecé hablando de quejas. Esto no lo pretende ser. Esto es la constatación de una realidad que a veces es sinónimo de pan y circo, de desvíos de atención, de no poner nuestro foco allí donde merece la pena, de desidia mental. Para postre, luego vamos y no votamos en masa. Pues eso, que cada palo aguante su vela.

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