miércoles, 10 de junio de 2009

crisis

En plena época de crisis, aunque las noticias hablan de que muchos equipos de fútbol de primera y segunda están mal económicamente, no se ve que ninguno abandone la actividad. Parece fácil gestionar el dinero ajeno, incurrir en gastos desorbitados y decirle a los acreedores que esperen. Se habla de 3450 millones de euros de deuda global en el fútbol español (700.000 de ellos con Hacienda). Intente usted no pagar a Hacienda y dígame meses más tarde si sigue viviendo en el mismo sitio. Interés social, eso es lo que parece que hace que sobreviva un fenómeno que va en contra del sentido común y en contra de los tiempos. No hay ERE’s en el fútbol, no hay despidos, no hay bajadas de sueldo. Todo lo contrario, se anuncian cantidades desorbitadas en fichajes. Llega el ser superior anunciando el resurgir de la ilusión madridista. Todo a base de millones, inmoral a todas luces, ya nadie se acuerda de la moralidad. No veo ruedas de prensa solidarias con los parados. No veo declaraciones públicas de austeridad. No, esto es otro mundo, alejado del maldito control de esas empresas que despiden trabajadores aún teniendo beneficios. Y si hay problemas, el interés social movilizará a las instituciones públicas. Todo por salvar al equipo del pueblo, ciudad o comunidad. Todo por salir en la foto. Todo a cambio de lucir banderas y escudos, orgullo del pueblo o nación. Todo con el dinero que le niegan a los servicios públicos. Claro que los que tenemos la culpa somos los espectadores, que buscamos dioses para sustituir a los que nos enseñaron y en los que ya no creemos. Encontramos dioses enfundados en camisetas, blancas y de colores, que nos hagan olvidar lo absurdo que puede llegar a ser esta vida, que nos hagan ser parte de esa masa que aplaude al próximo y blasfema contra el rival, que se juega la vida en cada partido, que llora la pérdida, que vibra en la victoria. Identificación absurda, roja, gualda o albiazul. Los dioses están llegando, por lo menos a Madrid, su amigo, el ser superior, los está llamando. Oiga, y a mí me gusta el fútbol, qué dirán los que lo odian.

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