miércoles, 10 de junio de 2009

cortina

La mano que mece la cortina es invisible. Hacia dentro y hacia afuera, la invisibilidad convierte en mágica la escena. Apenas se escuchan unos susurros, roces de tejidos suaves que rompen el silencio de la tarde, aromas desconocidos ahí afuera, restos de tarde, luces que se encienden y manos que no aparecen. La mano que mece la cortina está hecha de pequeñas hadas, seres vivientes invisibles, que chocan entre sí, y que a cada choque estallan en carcajadas, risas que generan minúsculas cantidades de energía que se acumulan para mover el aire, viento suave y calmado. No se escuchan las risas, sólo se sienten, el ulular de la tarde apaga sus voces. Se cansarán pero volverán. Se juntarán de nuevo, deseosas de jugar, hadas invisibles, pequeños seres, la primavera os debe el viento, el verano os condenará, el movimiento cesará, dormitareis, ya inconscientes, esperando que el calor se vaya, esperando la oportunidad, la mínima, para salir a jugar y a reír, la de alumbrar movimientos, la de saciarse en la tarde que precede a la noche.

No hay comentarios: