martes, 7 de abril de 2009

segundo trimestre

A medida que avanza el curso cunde el desánimo entre muchos padres que llevan a sus hijos al sistema público de educación. Algo parece que no funciona mientras pasan los días, las semanas, los meses y los cursos. Los padres no debemos protestar mucho y no son los niños los que deben hacerse cargo de las protestas. Los sindicatos convocan una huelga por una educación pública de calidad. Mi punto de vista se va a dos palabras, inversión y responsabilidad. No todo se arregla con dinero. Todos debemos poner algo de nuestra parte asumiendo nuestro papel y volcándonos en que nuestra parte de la tarea la hagamos lo mejor posible, pero todos, padres y maestros. Tenemos una cierta tendencia a esperar sentados que llueva el maná, es decir las soluciones. Quizás sea producto de esta democracia nuestra, todavía incipiente. Releo el discurso de Kennedy en Enero de 1961 aceptando la presidencia de su país. No voy a citar la tan manida frase. Hay otra que dice más o menos lo mismo, “en vuestras manos, compatriotas, más que en las mías, está el éxito o el fracaso definitivo de nuestro empeño”. Mientras, llega la segunda evaluación con nuevas notas. Uno de los testigos suspende Educación para la Ciudadanía, una piedra en su camino para ser considerado un buen ciudadano. Mientras, las celebraciones de las buenas o malas notas, que éstas también se celebran, acaban con niñas de trece años que se agarran al vodka o a lo que sea, antes de tiempo. Mientras todo esto acontece, Obama, lo más parecido a Dios que hemos visto últimamente, habla de mejorar el sistema educativo norteamericano, reflexionando sobre el pilar del maestro y su remuneración en base a resultados. Textualmente, “si se le dan oportunidades y no mejora, no existen excusas para que siga educando. Rechazo un sistema que recompense el fracaso”. Lo que no queda claro es cómo remunerar o no a los padres. Más alto, sí, más claro, no.

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