sábado, 17 de enero de 2009

nieve

Allí, en la Vitoria de mi infancia, cuando las nevadas eran nevadas, como dirían los más viejos del lugar, se solía decir que los animales presagiaban la llegada de la nieve porque bajaban del monte, y los que no eran tan libres se mostraban especialmente nerviosos. Los mismos nervios de los animales se reflejaban en nosotros, los más aventajados de la especie. Los niños enloquecíamos cuando el movimiento de la persiana nos regalaba un manto blanco o cuando tras los cristales del aula percibíamos por los copiosos copos que los profes estaban a punto de anular las clases para dar paso a un trayecto a casa diferente, camino festivo y juguetón. Ese espíritu infantil se revivió el pasado día 9 de Enero en muchos centros de trabajo madrileños cuando el jefe proclamaba la libertad antes de hora. Bendita libertad, aunque nos llevara a un atasco descomunal. En el tuto, también se puso de moda el nerviosismo; todos para casa, libres para montar en el autobús, libres para ser desembarcados en un punto intermedio del trayecto, libres para pasar un rato molón, aunque fuera a costa de la pérdida de seguridad. Como a nadie le pasó nada, aquí paz y después gloria. Los nervios suelen llevar a la improvisación, aunque hay veces que la improvisación es casi perfecta y si no que se lo pregunten a los pasajeros del vuelo que amerizó en el río Hudson, improvisación tocada por la diosa fortuna, dirán unos, aunque para que la suerte sonría es necesario invertir, aunque sea en entrenamiento, trabajo, esfuerzo, recursos y sentido de la responsabilidad.

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