martes, 6 de enero de 2009

cercedilla 2009

Correr a los 40 y + es a los ojos de mucha gente algo descabellado. Fórmula de ocio para el tiempo libre, para mejorar la salud o para fomentar la socialización, uno se imagina ser un atleta en grandes citas, emulando a aquellos que en los últimos años también han ayudado a popularizar el running. Uno de los alicientes es el que aún asumiendo que algún tiempo pasado fue mejor, por lo menos en eso de tener exceso de fuerzas, de vez en cuando, cuando las cosas van bien y el día, el terreno y las infinitas circunstancias y variables se alían, uno disfruta de lo lindo, recordando y rememorando la plenitud de correr sin ataduras, sin miedo a las caídas, sin prudencia, convirtiendo esa imprudencia en eso que nos hace salvajemente libres. Por segundo año consecutivo, acudimos un grupo de amigos a Cercedilla, cuna del esquiador Paquito Fernández Ochoa, para participar en la carrera de Navidad, cita que abandona enseguida el asfalto urbano para recorrer pistas, sendas y veredas que bordean la población, con duras rampas imposibles de ascender a la carrera para la mayoría de los mortales y largas bajadas, donde el último año disfruté como un enano, viviendo esa imprudencia y llenando de no se qué sustancias anímicante dopantes un cerebro sediento de bienestar.
Este año, 21 de diciembre de 2008, las pasadas nevadas convirtieron el recorrido en una prueba de obstáculos, donde la nieve, el barro, el hielo y un trazado plagado de sorpresas en forma de muros casi infranqueables, pusieron a prueba a los cientos de corredores que sufrimos o disfrutamos de la soleada mañana, buscando, en los indómitos parajes de la sierra madrileña, recovecos aliados donde volver a ser un niño….cuando las noches son lluviosas (gracias a Los Secretos)

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