martes, 16 de diciembre de 2008

la copla quebrada

A medida que la obra avanza, crece la emoción en el patio de butacas; la música como desencadenante de emociones ejerce su influjo y colma de voces y melodías conocidas el escenario; la voz de Miguel de Molina joven no deja lugar a dudas mientras Ojos verdes y La bien pagá atraviesan los corazones de los presentes. El contenido de otra voz desgarrada sirve, cuando para la música, para teñir de drama la emoción. Es Miguel de Molina en la vejez el que se desgañita para que lo dejen en paz, el que no quiere reconocimientos ni entrevistas, porque éstas le hacen volver hacia atrás, donde no quiere bucear para no volver a sufrir lo ya sufrido, donde no quiere hurgar para no oír los gritos de intransigencia, esos de “rojo y maricón”, donde no quiere cavar para encontrar razones que le expliquen por qué aquellos ejercieron tamaña autoridad en su desprecio al diferente, al otro, al que apalearon, al que no dejaron trabajar, al que se vio obligado al exilio, uno más entre toda la riada de personas, anónimas o menos, que vieron truncada su existencia y arrojados al olvido tras la guerra civil.

El montaje teatral de “Miguel de Molina, la copla quebrada”, de Borja Ortiz de Gondra, representó en el auditorio de Alcobendas el sábado 13 de diciembre de 2008.

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