sábado, 22 de noviembre de 2008

tres de tres

Si no fuera por la muerte, los seres humanos seríamos invencibles. Salimos de baches y agujeros, para refugiarnos allí donde podemos. Hay ejemplos casi inalcanzables. Hace unas fechas, una exposición de fotografías de Robert Capa mostraba una instantánea de Joshua Friedman, tomada el año 1949, que con un aparentemente pesado madero en su hombro, mostraba una tímida y relajada sonrisa, gesto que parece olvidar su verdadero peso, el que toda su familia fuera masacrada unos años antes en Auschwitz, ejemplo de superación. Uno se encuentra tras la red a personas que sin llegar al drama de Joshua, encaran una vida dificil. Tres hijos tuvo este ser humano que una mañana soleada de sábado ve fútbol, porque le gusta, o porque le recuerda a los suyos, a esos tres hijos, cuya trayectoria ha perdido, porque la vida se rompe por algún sitio, y a él le ha tocado el lado de la soledad. Timidamente, saca de su bolsillo un cartón de vino, para casi a escondidas, echar un trago, no sé si el que le hace olvidar que uno fue portero, el otro guardameta, y el último cancerbero, guardianes de portería, evitadores de goles, será por eso por lo que sabe que el portero debe llevar visera para que el sol no ciegue sus ojos. No sabe quién juega, sólo quiere ver fútbol, este fútbol inocente, donde juegan niños que todavía no saben que la realidad acecha al otro lado de la red.

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