sábado, 22 de noviembre de 2008

el alcance de la burla

El titular del periódico de la semana pasada no deja lugar a dudas. Tras la breve reunión de los dirigentes de algunos países para "refundar el capitalismo" y encontrar salidas al pánico financiero, la prensa dice: "Acuerdo mundial contra la crisis". Después de leer esto, uno se debería quedar más tranquilo. La foto de familia muestra rostros sonrientes, señal de que la cosa ha ido bien. Milagros los justos, pensamos muchos. Que el acuerdo mundial siga su curso y veamos las obras, eso sí, a ser posible que las veamos todos. Hace algo más de 16 años, asistí en Madrid a una conferencia de D. José Mª Tojeira, sacerdote jesuíta, por aquel entonces, Provincial de esta Orden en Centroamérica, y actualmente, rector de la Universidad Centroamericana (UCA) en El Salvador. Su fórmula para salir de su crisis particular, la del tercer mundo, contenía varios ingredientes. A uno de ellos, se refirió textualmente en los siguientes términos: "Pleno respeto a los derechos humanos" para generar "un caudal de conciencia que no se detenga", porque "la persona es la realidad básica de la sociedad". Esos derechos humanos, en forma de solemne declaración, están puestos por escrito, también por muchas naciones, va a hacer ahora cuarenta años. El primer título habla de que "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos". Espero que la cumbre de los grandes no vaya sólo dirigida a los súbditos de los grandes, y que los olvidados sean también parte de esa solución, aquellos cuyos derechos y dignidad se pisotean por activa y por pasiva, aquellos que no saben de G-20 ni G-8, aquellos que piensan que están aquí de prestado, para los que el futuro pinta oscuro, o más bien negro, y para los que las palabras de siempre se convierten ya en una burla infinita.

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