jueves, 2 de octubre de 2008

verdad y mentira

“En época de mentiras, contar la verdad se convierte en un acto revolucionario”. Esta frase, de George Orwell, ya tiene unos cuantos años. Parece que el ser humano se sigue repitiendo y las malas costumbres se perpetúan. Se descubre a menudo como los adultos seguimos ejecutando agresiones contra la verdad en aras de intereses varios. No es de extrañar, como en tantas otras cosas, la costumbre y el entrenamiento hacen que los vicios se estanquen. Por lo tanto, el tratamiento habrá que darlo cuando nuestros hijos están creciendo. Decía Bettelheim, que sin saberlo, muchos padres incitamos a nuestros hijos a mentir, porque ese niño pequeño, libre, franco y sincero, descubre que sus primeros ejercicios de sinceridad se le vuelven en contra, porque a veces, la verdad que nos relata es incómoda para los progenitores. Por tanto, debemos de hacer el propósito de diferenciar el ejercicio de sinceridad por parte del niño del ejercicio por nuestra parte de recriminarle hechos que objetivamente son reprochables. Si no conseguimos discriminar estas situaciones, podemos contribuir a que la costumbre se vaya instalando poco a poco, y acompañada del miedo y del deseo del niño de agradarnos y de no crear situaciones de enfado, genere un mecanismo que poco a poco se automatizará y del que no le será fácil escapar. A esto, se añadirá más tarde la visita de la realidad, esa de la que puede que el niño quiera evadirse por esa vía que le resulta tan familiar, con lo que los tropiezos escolares, deportivos o humanos se enmascararán o edulcorarán, haciendo que el niño esquive y sortée unos cuantos encontronazos. Pero como globo que toma aire en demasía, llegará un día en el que no tendrá más remedio que admitir que algo no va bien. Cuanto antes llegue mejor.

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