viernes, 3 de octubre de 2008

pasan los días

Cual niebla que se disipa bajo los rayos del sol, la nada va dejando su lugar, ese que ocupaba con todo su despliegue, nada que nublaba mentes, contagiaba otras y rellenaba espacios. Los huecos se llenan de vida. Pareciera primavera en este comienzo seco del Otoño.
Terminan de aparecer los profesores, la tutora se incorpora a su puesto de trabajo y los engranajes ya chirrían menos. Algunos autobuses no llevan reloj, llegan tarde, y los niños corren para entrar a clase, ¡organización!, grita algún padre. Los testigos comienzan a hablar.
Un testigo dice que ha aparecido en su aula una figura llamada “el pelota”, aquel que bajo diversas formas se sitúa en una dimensión que el resto de sus compañeros no comprende. Sus observaciones delante de los profesores son extrañas y su forma de dejarse oír en presencia de otros, alabando las virtudes de aquel, casualmente el maestro, que entra en escena, son propias de una película de humor. Habría que meterse en la piel de uno de estos niños para ver qué pretenden con esto, si es que son conscientes del juego.
Hablando de juegos, éste empezó para otro de los testigos; se ha enamorado. La visión a través de un retrovisor de una pareja no tiene nada de particular excepto si uno de ellos es sangre de tu sangre. Algo que no puedo calificar se mueve en mis entrañas, la oscuridad envuelve una mezcla de gozo y pesar, unas vidas se abren camino en escalada libre y otras han iniciado la caída, no libre, afortunadamente.

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