martes, 9 de septiembre de 2008

paraguas negros

Decía Obama hace escasas fechas en su discurso de aceptación de la candidatura demócrata a la Casa Blanca que la única razón por la que estaba ahí esa noche era para mantener una promesa viva, una promesa según la cual "cada uno tiene la libertad para hacer de nuestras vidas lo
que queramos, pero que también tenemos la obligación de tratarnos mutuamente con dignidad y respeto".
La edición de El País de hoy muestra en portada una foto que muestra la enésima protesta por parte de un sector de vecinos del pueblo de Hondarribia (Guipúzcoa) contra la participación de las mujeres en el tradicional Alarde, que conmemora el final de un antiguo asedio a la localidad. Afortunadamente, esta vez no han ido muy lejos, es decir, no han intentado impedir por la fuerza el desfile de la compañía mixta como en otras ocasiones, y se han conformado con no querer ver el desfile tapándose con unos originales paraguas negros. Hombres y mujeres que no deben de leer los discursos de Obama, en inglés o en castellano, que no ven las noticias, o que no saben ni quién es. Porque si hubieran gastado un poco de su tiempo, quizás hubieran cerrado su paraguas. A esto se le llama falta de respeto, y la dignidad de los de los paraguas está tan oscura como sus ojos tras ellos. Pero es que la libertad también se aprende, en el colegio, en casa o en la calle, y desgraciadamente, esta asignatura está pendiente de ser aprobada por mucha gente en esa tierra llamada Euskadi, donde a veces la originalidad se vuelve patética y la estupidez se engrandece en nombre de la tradición.

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