Con frío en el alma y ligero de equipaje, con pasos lentos acompasando el despertar, subiendo y bajando a las vías que nunca convergerán. Es un día después, habrá resacas, emocionales, también alegres, escondidas, habrá hasta hastío. No sé quien puede vivir ahí si es que vive alguien, entre basuras y escombros. ¿Y quién puede vivir en Paseo de la Habana, en pulcras y pacíficas casas a precios desorbitados? La calle que empiezo a recorrer es de final abrupto allá al lado de donde vivió Gala, eso dice la placa, en años de fructífera creación.
Y asoma gente, ella, recostada la cabeza, en el coche, quizás se acabó el beso y la flor, como se acaba la canción, ellos con sopladora de hojas, la diferencia entre pasear tu perro o el del amo, ella y sus pasos de carrera que se perdieron en la calle del Miño, es la calle de la San Silvestre, es Serrano, con embajadas y edificios que parecen guardar secretos.
Siempre llego al mismo sitio después de acabar esta calle de escaparates vivos con ropas que no son del mundo real que yo conozco. Como no lo son las caras de los bandoleros y personas que habitan los cuadros de la casa de vacas.
Y una voz en off que dice: el mastín español, como buen mastín, mas fuera que dentro. Y mas gente, el que anda para atrás, será una promesa, los ojos que se clavan desde la cara pálida, Pío Baroja de espaldas, un libro, un perro, un belén, se me olvidada que es Navidad, los evangelistas, un villancico, un taxi libre, lléveme al paraíso, más vueltas, un bocadillo, es una parada sólo, adornos en la cabeza, esperas, vías, sueños, otra voz en off: vamos a comprar los reyes, hija, ¿tienes prisa?, qué necesitas….nada.
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