El día que arranqué la hoja de Julio del calendario de la sala de espera de analíticas del Hospital ya hacía calor de buena mañana. Lo hice porque estaba solo y porque estábamos en Agosto, en el día 4. Eso significa que el día primero, laborable, nadie se percató, pudo ser que nadie fuera a sacarse sangre o nunca hubo nadie solo, pudo ser que todos miraran al suelo, o al frente, me inclino más porque estuvieran mirando el móvil, hasta los más mayores, asiduos visitantes de hospitales, lo hacen, con la cabeza baja. Fue esa misma tarde cuando tropecé por la calle con la pieza de un puzzle, es un decir, nadie se habrá nunca desplomado por ello, todo lo más la habrán pisado sin darse cuenta, uno de esos minúsculos cartoncillos que un día nos dieron tardes y noches de paciencia y recompensas. Esta pieza tenía dos pestañas y dos huecos y era de color gris. Jugándome mi escaso tipo, me agaché en medio de la vía a recogerla, no sin antes mirar a ambos lados para cerciorarme que al igual que escasos peatones había pocos coches aguantando la enésima ola de calor. Me sentí como el niño que iba a abrir un sobre sorpresa, desbordada mi imaginación; salí pronto de la duda, supuse que lo gris y áspero era la parte trasera, y le di la vuelta con cuidado, casi al ritmo de timbales, para descubrir un azul intenso y uniforme, fue entonces cuando miré al cielo buscando el hueco que había dejado.
jueves, 7 de agosto de 2025
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