Qué extraña obsesión, no quiero escribir palabrotas aunque las hable, la que tienen algunos vecinos por hacer ruido, con el coche cuyo tubo de escape no parece existir, con las sillas que no se mueven solas, con sus voces y gritos que no son grabados, con las radios, con las cisternas a deshoras, con las camas de hace dos siglos llenas de crujidos por obesidad, con las puertas que se cierran con el objetivo de derribar la casa. Cuántas imbecilidades juntas concentradas en tan poco espacio.
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