sábado, 21 de enero de 2023

rumbo

Un día caminamos sin rumbo fijo, sin hablar de adónde podíamos ir, sin más propósito que estar juntos. Yo esperaba tus preguntas y tú mis respuestas. Todo era descubrir cosas, todo era esperar que tú vieras lo que yo estaba viendo, todo era tan indefinido que no podía poner nombre a la sensación, todo era luz y certidumbre, deseo de que no acabara. A veces yo apretaba tu mano y la movía un poco, a derecha o a izquierda, para cambiar de rumbo y entonces nos topábamos con un semáforo en el que esperábamos mientras los coches pasaban lentos. Luego un escaparate lleno de sueños, luego una sombra, luego un helado, yo de cucurucho, tú de corte, luego el sol, luego un banco con palomas que se acercaban. También la arena con sus piedras, mis zapatos blancos que las golpean, tus zapatos negros relucientes, luego buscar tu cara que sonríe al encontrarse conmigo. Luego unas palabras. Dices que es hora de comer, digo que vale. Digo para mí que mañana me vengas a buscar otra vez. Luego las escaleras, yo corriendo, tú no puedes seguirme. Un timbre, un adiós, las manos que hacen el gesto. Eso fue un día de tantos o de tan pocos.

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