En Altea hay una cuesta con empedrado, con casas blancas e iglesia en la cima. Mucha gente y terraza con manto verde que la cubre, que caen frutos sin nombre, que la sobrasada, la miel, el boniato o la torrija, por separado o juntos, forman placeres. Que la infinidad de casas desperdigadas pone luces en la noche.
En Xaló, antigua Jalón, hay cocas dulces y saladas, coqueta plaza y casas de otro tiempo. Se cosecha la uva y se vive como en suspenso, en un tiempo que parece no avanzar. Se oyen lenguas que no son de aquí. Quizás por ese tiempo y por el sol elijan este destino.
Y no me olvido de la compañía, de los anfitriones, de la buena, sin la cual nada hubiera sido igual. Marchar y pena son sinónimos.
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