domingo, 5 de junio de 2022

Peñalara

Empezamos por una mariposa, que luego se vuelve blanca, no contaré las hormigas, mosquitos u abejas, ni las lagartijas que nos evitan y vuelven a la sombra. De repente vacas que taponan el camino para luego apartarse, me pregunto lo que verán en nosotros. Enormes, de grandes cuernos, se hacen a un lado y siguen comiendo. No se ven las ranas que croan en las charcas, en un canto que no acaba. Y luego entre las peñas rodeadas de genista aparecen las cabras, con silueta recortada en el azul; parecen marcar su territorio y también nos miran. Y nosotros a lo nuestro, esquivando piedras, subiendo y bajando, cuestas que casi no acaban. En la laguna de los pájaros no están ni se oyen. El amarillo se mezcla con el verde, el agua, bajo sol o sombra, no refleja los neveros manchados de polvo de calima, con la mole imponente de Peñalara allá arriba, también recortada, por cuyas aristas suben y bajan los atrevidos humanos.

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