domingo, 13 de marzo de 2022

luz

Cayó la tarde o se oscureció por completo. Las luces de la ciudad parecían no encenderse nunca y más de uno pensó que soportaría de mala manera una oscuridad perpetua. Otros, como él, un amante ocasional y perdido en esta ciudad, deseaba que nunca encendieran nada, que quedara apagada esa farola que cada noche dejaba filtrar la luz sobre la cama, por las rendijas de una persiana imperfecta. Era parte de un amor desatado y nuevo, ella hablaba un lenguaje extraño y se comunicaban de forma primitiva, llena de gestos y frases lentas, inacabadas por la risa. Gritaron y gimieron, los ojos abiertos, y de repente una línea de luz cruzó un cuerpo desnudo, ella, sorprendida, siguió la línea y la recorrió buscando su punto débil, el punto de apagado. La besó, le susurró, la mordió, inútil todo ante una luz inagotable hasta el alba, hizo juegos, probó sombras y volvió a morir en unos segundos largos mientras la luz temblaba sobre la piel de los amantes.

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