sábado, 22 de enero de 2022

rumbo

No tuvieron que decirle nada porque él pudo ver el zapato de tacón que alguien había perdido.

Ni hizo falta que le hablaran de un anticiclón infinito que no traía nubosidad alguna sobre esta extraña tierra, porque sabía que los campos lloraban de sed.

Oyó el sonido de un caballero montando a caballo, y sintió envidia.


Y otro sonido le llegó, el de las tejas superpuestas, una tras otra, con calma, aunque no recordó qué estaban construyendo.


Ese alguien, que pretendía esquivar el sol, dijo que los cielos que veía esa tarde de Enero eran los mismos que veía cuando pasaba por aquí, viniendo del norte hace ya muchos años, cuando todo era inocencia; y nadie le creyó, ese fue el momento en que dejó de soñar.


De nada sirvieron los cohetes que alguien tiró, oyéndose ruidos y viéndose luces, en honor del santo. De nada sirvió que llegara la noche oscura o el día radiante, ya todos le miraban de forma diferente, a él. Y fue entonces cuando decidió poner rumbo al sur.

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