jueves, 16 de diciembre de 2021

vuelta.8

Nadie las pega ya en el coche, esas pegatinas que antes tapaban casi la luna trasera. Aditamentos para algo nuestro que un día deja de serlo. Lo vemos viejo, ya no suena igual. Nos asusta que nos deje tirados. La estética gobierna esa industria y de paso a nosotros, y lo que ayer era lo más hoy está caduco. Las formas eran cuadradas, hoy son redondas, mañana no se sabe. Y de repente un día nos vemos dejando al viejo auto a un lado y veinte minutos más tarde estamos aspirando el olor ese a nuevo, olvidamos rápido. También es signo de progreso o de que las cosas no nos van mal, podemos permitírnoslo. Puedo y lo demuestro, cambio de coche. Que se joda el vecino que nunca salió del cuatro latas. Total, para lo que se mueve. Ostentación. Al principio lo lavas, los antiguos le daban hasta cera. Luego lo olvidas. Luego esperas a que llueva, y así en ciclo que se repite hasta que un día descubres que la ilusión por cambiar, o por estrenar, ya no es la misma. Se encienden las alarmas, se apagan los sentidos. Se sosiega el espíritu, se serena el alma. Y ves a alguien a quien te parecerás en unos años, con gesto cansado y andar pesado, aparcar o circular en vehículos que chocan a los sentidos porque su tiempo acabó. Pero aún transitan, despacio, como quién lo conduce. La chatarra puede esperar. 


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