lunes, 20 de diciembre de 2021

castañas

Ya conozco al castañero, siempre el mismo. Está apostado de espaldas al fuego de la locomotora que custodia, las manos atrás. Nos mira pasar a los viandantes, y puedo pensar que cada uno de nosotros que no para a comprar sus castañas pueda representar una desilusión momentánea para él.


Vitoria llegó hasta Elorriaga, y quedó a sus puertas dejando edificios, bulevares y paseos. No hay conquista, quizás colonización. La distancia de antaño se recortó. No se movió el pueblo, imposible mover la iglesia, que lleva plantada siglos. El límite lo marca el riachuelo que un día imaginé que podría ser el Duero grabado a vista de dron, eso es lo que hace una tarde oscura y lluviosa.


Cada vez que salgo con mi madre caminamos despacio, muy despacio, el paso lo mas seguro posible, aunque no sea firme. Ella cogida de mi brazo. Ella parece poner sonido al paso con el golpe del bastón en el suelo, suena a metálico. Creo que falta el clamor de una corneta, pero es que la realidad no suele tener banda sonora detrás. Nunca he salido en procesión.

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