El viento que mueve las hojas de un libro, los móviles no se mueven, y no se dejan guardados, acompañan soledad o no, se ve, se conversa en la distancia, para hacerles ver que se está bien, que la nave va. Siento frío por un instante, y recuerdo que yo siempre enfermaba en la playa, antes, otra forma de sentirme querido, arropado, ¿podrá la mente hacer tanto? La misma que me pregunta si hay gente capaz de extraviarse en la playa, si sale del agua y no encuentra su sitio, sombrilla y toalla, si al sacar la cabeza no ve la orilla, ni casas ni referencias, si no piensa por un momento que quizás sea hora de recomenzar. Y no sé responder. Entorno los ojos, vencidos, la voluntad difusa, y puedo hasta cabecear entre idiomas irreconocibles que hablan con botella o vaso en mano, alcohol y arena. No siento sed, ni casi calor, mi cuerpo va a contracorriente. Brisa inagotable que me llega, oigo música. Dicen que el agua está muy buena, siempre se dijo. No podían faltar palas ni pelotas de chillones colores. No podía faltar un avión, el que veo al abrir los ojos, dejando su estela, gases letales y preciosos vistos desde aquí, pinturas blancas sobre fondo azul.
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Hace 1 mes
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