sábado, 23 de mayo de 2020

anguita


Anguita, paradigma de la honradez. Muere del corazón en medio de la pandemia. La vida no da tregua, ni siquiera a quién tenía todavía algo que enseñar. Siempre didáctico, él, partidario de ocupar conciencias antes que calles. Todo, todo cambio, empieza por uno mismo, y para eso hace falta serenidad y silencio, maestro de muchos. Que es lo contrario de lo que se estila hoy en día. Se apagaron los ruidos de calle durante el confinamiento extremo pero nunca se fueron las voces estentóreas que quieren ser más por hablar más alto o por decir más barbaridades. Volverán los otros ruidos y ya seremos los mismos, rodeados de gritos y jaleo, los mismos sin algunos menos. Echo de menos el silencio, el que te hace no saber qué decir un domingo a las siete treinta de la mañana, por dónde empezar. Disfruto con los silencios impagables que unen palabras en el Crack cero, película sin colores pero a la que no le hacen falta. Me encierro con los que también hay en Rayuela, ahí vuelvo, segunda tanda, segunda fase, para sentir de nuevo placer y envidia. Y los busco dibujando, cuerpos, los que encuentro después de buscarlos, para después sentirlos y luego plasmarlos. Y acabo, ajustándome a él, acostumbrándome, un minuto, o más, es mi homenaje al fallecido.

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