sábado, 4 de abril de 2020

pasión


No reconocerme en el espejo, se va el pelo, la barba, otra persona, me dice ella. La misma, afirmo yo. Sólo son capas o corazas que esconden mis células, huérfanas de luz y aire, de ese frescor de la mañana que antes era gratuito. Y mientras, nuestra clase gobernante y política se enzarza en busca de réditos. Con los muertos calientes, qué mezquina es la oposición. Vuelvo a Azaña, silencio por favor, para que el país estudie, aprenda, se organice, que merezca la pena ser científico, investigador, que aprendamos para tapar nuestra mísera incultura y nuestras bocas vociferantes que sólo esconden la falta de argumentos, de conocimiento. Un poco de humildad, por favor. Por eso pinto a alguien con gesto enfadado, y nada más, a recluirme en el arte, en todas sus facetas. A trabajar y a refugiarme en minutos de ocio que pueden hacerme no pensar, nunca olvidar.
¿Se renuevan mis células si no me acompaña el descanso? No puedo afirmarlo, pero aún cansado acabo el dibujo de Sorolla donde dos niños mantienen la distancia social para enamorarse por primera vez. O acabo el libro Ohio, que me gusta mucho. O veo La Virgen de Agosto, una película con minutos finales magníficos al borde de un viaducto madrileño de vértigo.
Nevó y no se suspendieron las clases ni pudimos hacer muñecos de nieve blanca. Si dijera que qué día más bonito nadie me entendería. Y no saben que aguanté hasta que se puso a llover para bajar la basura, para mojarme, para sentir el agua caer sobre mí. Y empezar Abril, y recordar una furgoneta repleta donde cabían tres vidas y la antesala de otras dos. Con la casa a cuestas, más desnudos de equipaje que ahora. Con coches de época pasada, como los escasos que salen en Muerte de un ciclista, película que muestra un Madrid oscuro, del año 1955, al que se llegaba por carreteras sin arcén y donde todo estaba atado, aunque no lo suficiente para negar la pasión y la tragedia.

No hay comentarios: