domingo, 8 de marzo de 2020

segóbriga


Es provincia de Cuenca. De Sego, victoria y Briga, ciudad viene Segóbriga, que debe su esplendor pasado al Lapis Specularis, una variedad de yeso translúcido empleada para las ventanas. La invención del cristal acabó con el enclave. Hablamos de romanos y de excavaciones que no han llegado al diez o al veinte por ciento de lo que pudo ser el asentamiento. Hacemos la visita guiada, grupo numeroso que seguimos la estela de una guía que sabe hablar y que sabe de lo que habla. Hay teatro, anfiteatro y circo que nunca se completó. Los primeros evocan dramas y diversión. El tercero habla de una economía en declive. Entre medias había gente que vivía en casas que todavía están enterradas bajo el paso de los siglos. Hace frío y viento aunque todo esté azul por encima. Algunos bustos en el centro de interpretación, algunos togados descabezados y abundantes explicaciones de dónde estamos. Y poco a poco dejamos atrás a los libertos, a los esclavos y a los próceres y buscamos comida. La encontramos en Uclés, donde prima lo blanco y la rapidez del servicio en la Posada de Perico. No parece haber mucho más, así que la simpatía gana y el local se llena. Después repetimos visita al Monasterio. Bien merece la visita al llamado Escorial de la Mancha. Se mueven las lámparas altas alrededor del aljibe que abastecía. El Santo Entierro, anónimo del XVI sigue estando ahí, en la Iglesia. Se puede fotografiar, se puede admirar. Pague la entrada por verlo. Muchos se irán sin mirarlo o sin enterarse de la presencia de una figura de medio cuerpo que mira a aquel que está siendo enterrado. Impagable. Hay también una sala dedicada al concierto que llenó el patio central hace un par de años. Carmina Burana suena y las ilustraciones precisas y preciosas de Ana Yedrós realzan el todo. Qué pena el ver ángeles caídos en el coro, sí, tumbados, con formas duras que no se pueden adaptar al suelo, esperando que alguien los eleve y los muestre para ser admirados.

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