De The Rider me quedo con
la verdad y con la calma. Todo contado en escenarios que parecen abandonados. Personajes
que se interpretan a sí mismos, reales, viviendo el día a día sin estridencias,
sin música de fondo.
En Dogman hay un barrio
desolador y hay rabia, pena, compasión, amor, engaño. Pareciera que tiene más
de lo que cabe en la vida, aunque sólo dure un par de horas.
Ambas parecen abarcarlo
todo, quererlo todo, y lo mejor es que lo consiguen. Por eso el cine a veces es
deslumbrante, y sobrecoge.
Y escribí lo anterior
antes de ver La vida de nadie. Angustiosa, puede suscribir todo la anterior.
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