
En la Cantina del Cura
el simpático camarero habla español. Los crepes con vegetales conforman otro
tipo de comida, acompañada por una sabrosa sidra. Andamos con frío y viento por
zonas peatonales y por pasaje acristalado con estatuas y escaleras que alberga
tiendas no económicas. Alguna iglesia, llueve, paraguas y catedral, restaurada,
después de bombardeos en guerra mundial y de incendio. El comienzo de la
construcción data del XV. Hay obra maestra aquí, sepultura de mármol blanco, de
Francisco II de Bretaña y Margarita de Foix, mandada construir por su hija Ana,
duquesa de Bretaña. Obra de Michel Colombe. Alguien la escondió para salvarla
de la época de terror tras la revolución, me pregunto cómo la movieron. Ese terror
que acabó con tanto patrimonio.
Ya llueve menos,
o nada. En Starbucks el café y su sabor son internacionales. Restos de bolas de
navidad dibujadas sobre el vaho recurrente, dos bolas, grande y pequeña. Sólo las
veo yo. Los jóvenes hablan inglés en los establecimientos, buena noticia. Gente
en bici, carriles por doquier.
Visitamos castillo,
almenas y patio, corredores por las alturas y riberas del foso. Sale el sol y
se quita, espacio para fotos. También la antigua fábrica de galletas LU, hoy
biblioteca y centro cultural.
Cena improvisada,
bocata bajo alero de mercado que cerró; y espera para que abran las puertas de
la sala. Concierto de Eric Bibb, qué decir. Brillante con su voz y guitarra.
Hay batería, bajo e instrumento, kora, hecho a partir de una calabaza que toca
el senegalés Solo Cissokho. Lo demás es emoción, silencios, letras bonitas,
canto, participación. Y sonido de lluvia que quiere acompañar algún tema. También
su mujer entra en escena en algunos momentos. Al salir la gente se arremolina
para comprar CDs o tener una firma. Siempre con sombrero, elegante, le felicito
personalmente. Contentos emprendemos el regreso al hotel, hay charcos.
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