Viernes, cielo
encapotado, extensiones de viñedos en la zona de Cognac. Viajamos hasta
Angulema. Hay mercado, iglesias y ruta para ver dibujos, comics y murales. Un poco
decepcionantes, se salvan pocos. Llovizna, en la catedral de San Pedro la
portada es preciosa y el interior blanco. Reconstrucciones varias, guerras de
religión que tienen la culpa. Quizás la gente no está acostumbrada a ver
turistas en esta época del año o bajo un paraguas, nos miran, bichos raros. Nos
movemos por ver que hay más allá de nuestra cama y puerta. Para descubrir que
todos somos iguales, más de lo que parece, que hacemos las mismas cosas, que
compramos en los mismos sitios, que tenemos costumbres, las nuestras, no tan
alejadas, y que reímos y amamos de la misma forma.
Bajamos al río
por empinada cuesta. Hamburguesa en food truck y librería de comics inmensa,
que pena no saber francés. Subir la cuesta, abrir el paraguas, cerrarlo. Ella se
asombra con las formas de los fósiles, estrellas, conchas, etc…del museo de la
ciudad, restos de arqueología, prehistoria, la planta de bellas artes está
cerrada. También arte africano. En plaza cercana recuerdo en placa a los que
allí fueron concentrados un día, ocho de octubre de 1942, para marchar a la
muerte. Judíos y demás. La infamia de un régimen, el de Vichy, que colaboró con
los ocupantes alemanes. La gran guerra siempre presente en monumentos a los
caídos. La segunda guerra fue otra cosa.
Coche para cenar
en Cognac. Otra ciudad vacía, las tiendas no esperan visita. Cerraran y ya
está, como cualquier otro día. Comemos al lado del río, en italiano de local
bonito. Llovizna en el regreso al hotel, la noche se antoja oscura y llena de
lobos.
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