sábado, 2 de marzo de 2019

brighton de nuevo.4


El lunes sigue brillando el sol. Andamos y andamos buscando un supermercado de manualidades. Lleno de cosas. Luego leche, luego tienda de antigüedades donde perderse es posible, luego playa donde el día invita a sentarse. Fuera ropas, gente que no trabaja, vacaciones, lo que sea es válido para escaparse. Las piedras hacen ruido, sólo si se pisan o si las arrastran las olas que se van. Volver a andar, comprar algo de comida y sentarse con vistas al mar. O sentarse sobre el mar, se ve por las rendijas del muelle, estructura de madera que soporta el paso del tiempo.
Despedidas sin lágrimas, adiós, vosotros os quedáis, nosotros nos vamos.
En la estación de trenes alguien toca el piano, está ahí para eso. Agarrado a mi mochila y mirando la pantalla me veo como una de esas personas mayores que siempre parecen perdidas entre la multitud que espera en los andenes. Viajamos con pareja asiática que practica nuestro idioma. No sé si a punto de caer dormido, un pasajero de otro tren mira un punto indeterminado. Cayó dormido, desnucado, el cuerpo no aguanta más. Se van, nosotros también.
Aeropuerto, espera, embarque, vuelo, libro que acaba, indeterminado el regusto, el final se antoja inesperado, hasta triste. Llegaremos.

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