A quién se le ocurriría pensar que la muerte se tomaría un descanso. Quizás
sólo al autor portugués. A partir de esa iniciativa unilateral se plantea una
novela con dos partes. Cuando la primera llega a agotarse se cuela por una
rendija esa cosa llamada amor que cómo suele suceder todo lo trastoca. La segunda
parte gana así enteros, elevando el libro hasta el desenlace final.
Las intermitencias de la muerte. José Saramago. 2005
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