Nieve en los montes, en las cumbres, en algunas cunetas. Restos del
temporal pasado. El cielo se pone rojo. Señal de algo. El sol se pone y pinta
con paletas nunca vistas, cambiantes. Vamos al norte, el oeste queda, debe, a
la izquierda. Precioso final de luz. Luego se ven siluetas recortadas, luego
negro, noche, oscuridad. Hasta entrar a León, con luces y calles húmedas que
resbalan. La calle ancha, no es tanto, se puebla de gente que sube y baja. Ciudad
que parece vivir en la calle y en sus bares. La catedral iluminada, reluciente.
Se tapea en León. Bebida y algo que comer. Hay muchos sitios, un modo de vida
para los lugareños y un atractivo para el turismo. Depende del hambre, con dos
o tres se puede uno ir contento. Para hambres cada uno. El Camarote Madrid
ofrece salmorejo. El Tizona presenta morcilla y bocadillos y el Rebote se
especializa en croquetas. Dos zonas nos cuentas, el barrio húmedo y el
romántico. No parece haber diferencia. Me sigo resbalando. Los locales siguen
llenos y el Gran Café ofrece música de siempre. La noche parece que se
alargará.
Dormimos en el hotel París y el domingo amanece con sol. Calles vacías,
ya llegará el público. La catedral pasó de iluminada a soleada. El frío no
parece tanto, hasta que entramos en el recinto de la catedral. Poco a poco se
siente cómo llega a los huesos. Rosetones y vidrieras que dejan pasar luz, más
o menos, dependiendo del ala. Primera impresión de color. De colores que se
filtran por cristales cortados. Audio
guía que cuenta y no para. Milagros arquitectónicos para una catedral que
parece transparente por dentro y pétrea por fuera. Hubo trabajos de
restauración, serios, en el pasado, para evitar males mayores. Las capillas
están poco decoradas. En el exterior sigue haciendo frío que aminora el sol
allá donde llega. Dice la placa que aquí nació Guzmán el Bueno. Nos vamos al
museo catedralicio. Excelente.
Bien ordenado. Se palia el frío en algunas salas con calefactores.
Repleto de pintura y escultura. De la primera un Llanto sobre Cristo muerto,
anónimo del XV. La sala de piedra es deslumbrante. Destacan una Santa Catalina
de Alejandría, del XV, atribuida a Mercadante y una preciosa y romántica representación
de Caballero saludando a una dama, piedra del XII. Subimos escaleras para
toparnos con un exagerado Cristo en la cruz de Juni. La sala del románico
también repleta de obras. La pena representada en una talla, dos, la Virgen y
San Juan, anónimo del XV en madera. También un claustro lleno de piedra y con
pinturas que perdieron color. Esculturas de aquí y allá. Para acabar una
preciosa portada de iglesia con colores, que llegan a ser vivos. En la capilla
hay misa, repleta. De paseo, sol que agradecemos mientras buscamos locales que
dejaron de existir, la web no acaba de creérselo. Carlos Cano canta su fado y
alguien hace que toca el acordeón. Hay misa en la iglesia de San Marcos, y el
hostal está en obras. El Bernesga parece tener más cauce que agua. Se podría
cruzar con botas. Se pasea por las orillas, otros corren. Se sigue el curso y
se llega al rastro dominguero, repleto de puestos y gentes. Se vende de todo, se
grita de todo, se bajan los precios, hasta chatarra en los puestos. Ya en el
centro hay cola para bendecir animales, hablamos de perros. Fue San Antón y la
procesión da tres vueltas a la iglesia. El santo lleva rosquillas colgadas. Suena
la dulzaina y el tamboril. Alguien habla, los perros miran, algunos ladran. El cura
bendice y habla. Alguien a mi lado dice que va a hablar un perro. Estamos locos.
Comemos para apagar la locura. En Casa Daniel, menú de domingo. Hacía tiempo
que no oía la canción, Chiquitita, y no esperaba oírla hoy, y menos en un cine,
y menos en esa película. Y parece que el protagonista, con cascos, la está
oyendo, y no percibe lo que pasa alrededor, que es importante. Y el momento
está logrado, como todo en general en una película diferente, tanto como su
título, “Tres anuncios en las afueras”. Hay crudeza, drama, humor, América,
todo en un film que explota la música como reforzadora de emociones, o
generadora. Después más tapas y música en directo con Genes, grupo local, en
pub de las islas. Versionan y tocan temas propios. Luego gente que sigue
comiendo y bebiendo a pesar de ser domingo, ya tarde.
El lunes hay niebla mientras los niños van al colegio. El mercado está
dormido. Que el marianito sea una marca de vermouth nos llega mientras
desayunamos y la vida se despereza. Ahora entendemos, no abre el pescado hoy y
los lunes se presentan poco animados, tristes, en el recinto del mercado, eso
dice la tendera. Se riegan las calles con mucha agua y la niebla no se va. En San
Isidoro nos enseñan el cáliz de Doña Urraca, quizás sea el santo grial, y un
fabuloso panteón decorado en techos con preciosas pinturas que muestran la vida
de Cristo, y en doce dibujos de doce meses toda una vida, la del pueblo,
simplificada. Es hora de marchar, de camino comeremos en Medina del Campo. El Continental
tiene un coqueto comedor y un magnífico menú, con purrusalda para la memoria. La
sierra de nuevo, un túnel que la cruza.
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