viernes, 7 de julio de 2017

ella



He decidido hablar sólo, no para mí, para quien quiera oír. Conscientemente. No hay locura, no es pasear, andar, con prisas, con auriculares y micrófono que recoge palabras. El escenario es el salón de mi casa, en la soledad de la tarde, que se va, de la noche que se viene, en la penumbra que se forma si no se tornan las luces. Todo para clamar, o declamar, o para vocalizar, sin más, y escuchar y sentir. La culpa es de alguien que escribió por necesidad o para ser leído, para limpiar su alma, o para vaciarla y empezar de nuevo, para darle sentido a lo que piensa, para que le escuchen. Nunca se sabe, escritor de una generación, lo son todos. Éste, del 27, famosa, famosos todos. De apellido que puede ser nombre, y de nombre antiguo. Escrito en 1918, Ella por título. 

“¿No le conocéis? Entonces
Imaginadla, soñadla….”

Soñad las tardes, soñad los días, los amaneceres tranquilos y los atardeceres que traen oscuridad, el cielo se torna gris, casi negro, las gotas forman cataratas, las aguas que se echan de menos caen de golpe, de un cielo desbordado, sin mesura. Es Julio. “Cerrad los ojos”, dice el poeta, Gerardo Diego. No para leer, sí para apuntalar lo leído, para esperar que pase la tarde, que deje paso al silencio, que ya es de noche, que ya se apagan las luces que no se dieron, que ya la mente se pierde, que ya el cuerpo se olvida, que llegan los sueños, prestos para imaginar, soñar, de paso…

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