domingo, 28 de mayo de 2017

han pasado 16 años



Lo más importante de lo menos importante. Lo dijo Valdano. Salvo que no haya nada que merezca la pena más, en cuyo caso las exposiciones futbolísticas serían el máximo exponente de lo que verdaderamente importa. Copa del Rey, final. Las aficiones se desplazan, en masa, muchos silban el himno patrio, se siguen asumiendo derechos y faltando al respeto. El campo no se llena. La Federación culpable. Todo lo contrario que en Inglaterra, 90.000 almas que llenan y cantan el God Save the Queen. Envidia y escalofrío ajeno y lejano. Todo por los colores, que van de blancos a granas mezclados con azules. El Alavés vuelve, 16 años después. Nunca volverá el niño que vibraba, o adolescente, o incluso adulto; esa adultez tiene etapas, sí, existe la palabra, y la que ahora vivo, la era actual, me frena los impulsos primarios o quizá no, no haya freno, es que los impulsos están semi apagados, un rescoldo. Y es que todo se pasa, todo pasa y todo queda, diría el poeta. Quedan las brasas, que se ventilan con el aire. Y la pasión se desvía o se templa. Será que el niño se hizo muy mayor. Será que hay vida después del fútbol, será que la masa me da miedo, que me asusta, será que la individualidad de los seres me fascina y me aterra, será que me voy apartando del mundo. Será que mi fútbol se apagó tras un traje amarillo y pantaloneta azul. Será la primavera que abruma, el verano que llega, que sueño con correr mientras que antes corría y a la vez soñaba. Sea lo que sea, David y Goliat, una historia que nos llega repetida. Dicen que el césped iguala a todos. Once contra once. Con diez nunca se jugó mejor. 15 de Febrero de 1978. Alavés, 1, Barcelona, 0. No jugó Valdano, pero sí Cruyff. Yo quería verle y que el Alavés ganara, y lo hizo. En la vuelta remontaron los culés. Cuando el holandés le dijo al argentino aquello de “a mí se me trata de usted”. No hay igualdad el sábado 27 de mayo de 2017. Dios contra el hombre, u hormiga contra paquidermo. Se vuelve a reencarnar el omnipotente en forma de Messi. El verde puede confirmar la igualdad, cuando ésta existe, pero resalta las desigualdades. El sistema lleva años encargándose de acrecentarlas, los poderosos lo son más, y los pobres, mas pobres. Y alguien espera milagros a un solo partido. Los pobres aportan colorido en las gradas, orgullo, moral, pero no acaban en los libros de historia. Quedan recuerdos en su memoria, libro particular de cada uno. El sistema es inamovible, pétreo, cerrado. Contra eso, lucha, pasión, insuficiente. Lágrimas después. No hubo gallina en la piel, que diría Johan, ni piel de gallina.

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