sábado, 14 de enero de 2017

primera guerra



Espectacular libro. A partir de diarios de veinte personas que participaron en la Primera Guerra Mundial se reconstruye cronológicamente ésta. Testimonios de primera mano salpicados con notas del autor. Se reescribe lo escrito. Hay exaltación, nacionalista, al principio. Ganas de entrar en combate. También miedo o apatía. La guerra como aventura. Son jóvenes. ¿Cómo llamar, cómo nombrar a los que pierden a un hijo? Despedidas en andenes. Mujeres de luto que van a la ópera a llorar. Las cartas llegan con retraso. Pasan meses. ¿No iba esto a durar poco? Desesperanza. Mercenarios que rechazados en un bando pasan a otro. Palabras simples, como tierra o agua, escritas en un cuaderno escolar, devuelven el equilibrio a quien las lee. Alguno de los escritores muere pronto. La guerra como cambio, una de las protagonistas le pide a Dios, un año antes, “envíame una pena…que despierte mi alma de su absorbente sopor”. Esto es mas que una pena. Es el desastre de la humanidad. Aferrarse como náufragos al médico para conseguir la baja. Desaparecidos. Censura de prensa. Todo va bien. No es cierto. Revolución en Rusia. Cansancio. La contradicción entre el frente y la retaguardia donde se come helado y se flirtea. Las tumbas que cavan chinos con túnicas azules. “¿Cómo pueden dormir tan tranquilos los de la primera oleada? Al salir de la trinchera soltarán todo lo que protege sus vidas”. Y la carta a un enemigo muerto. “¿De qué te sirve a ti el haber contemplado el mundo con tanta avidez?....Muerto, ¿por quién?... los vivos que no creen que ellos vayan a tener que morir, esos ya no se acuerdan de ti…tú, el hombre, ya no existes, y es como si nunca hubieses existido…”
Para leer poco a poco, dejando intervalos. Para que el poso de la amargura no crezca más.

La belleza y el dolor de la batalla. Peter Englund. 2011

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