Después
de comer, calles semi vacías. Nos dirigimos al Hospital de Santiago. Pasamos
por la Plaza de Andalucía. Allí se encuentra la estatua erigida al General
Saro, Conde de las playas de Ixdain, merced otorgada tras el desembarco de
Alhucemas en el que participó activamente. Estaba en la reserva cuando es
fusilado al principio de la guerra civil. El hospital es hoy un centro cultural
y asociativo. Encargo de Diego de los Cobos, hermano de Vázquez de Molina en
1562. Obra de Vandelvira. En recepción el encargado tiene pocas ganas de
hablar. Se oculta bajo una barba blanca. Una nota en la puerta que habla de los
cerros de Úbeda. Dicen que allá por 1233, Fernando III reconquista la ciudad. Y
que uno de sus oficiales no participa. Al aparecer comentó que se había perdido
por sus cerros. Columnas de Carrara en el patio. Naranjos también. Más patios.
No huele a hospital, tanto tiempo que pasó, pero todo apunta a ello. Galería
superior con ventanales. Luz y calor para los enfermos. Aislados, un poco a las
afueras. Escaleras de altos techos y capilla que alberga un cuadro del
fundador. Las banderas, cuatro, presiden el escenario, apto para todo tipo de
actos. Seguimos paseando. No conocíamos la tradición alfarera de Úbeda, la
sugerencia de visitar talleres y tiendas fue realmente buena. De tronco común
surgen ramas. De Pablo Tito, el patriarca, tres diferentes negocios. Empezamos
por el taller tienda de Melchor Tito. Una señora mayor nos atendió y nos contó
que hubo hasta sesenta alfareros. Hoy quedan pocos. Muchos son familia. La
conversación nos lleva a colores verdes, al color de la aceituna, o del aceite,
a diseños nuevos, a técnicas antiguas. A negocios que ya no son lo que eran. Ya
van por la quinta generación. El más pequeño ya hace sus cosas. Ritos de
siempre antes de cocer en horno árabe. Rezar y poner doce cuencos de orujo, o
residuo que queda después de extraído el aceite. Utensilios de toda la vida,
unos tan desconocidos como la paridera. Herencias árabes. Mil grados en el
horno. Compramos una benditera, de ese color tan característico. Seguimos
camino, Paco Tito nos recibe a la puerta de su museo y tienda. Amanece para
todos, dice. Hay recelos y rencillas entre algunos familiares. Ley de vida. Hay
mas Titos que coches, menciona también. Museo escaleras arriba. Se sale de la
cerámica para crear arte en forma de escultura. Hermosas piezas. Su padre y su
mujer presiden la entrada, esculpidos. Arriba, fotos y obras. El antiguo rey en
algunas. Es la calle Valencia, barrio de alfareros, de calles adoquinadas,
incómodas para el pie. De cuestas y de gatos en ventanas de casas blancas,
silenciosas. Como la redonda de miradores, calle que se abre al vacío del
olivar. Cazorla y Mágina en la lejanía. Colinas y ondulaciones del terreno
donde viven olivos sin número. Nos falta una rama, es Juan Tito, está
trabajando, modelando, plaza del ayuntamiento, creando pequeñas vasijas, parece
fácil. Manos que mojan agua y moldean, e hilo que corta el barro, y la materia
prima que gira sin parar. Luego pintar, luego hornear. Miles de piezas
alrededor. Tienda rebosante. Dice que el nombre, o la marca, le deberían
pertenecer a él. Amigo de Sabina. Nos habla del chupacharcos y nos lo
demuestra. Como extraer agua del arroyo, aprovechando lo limpio, ni el fondo ni
la superficie. Herencia del tiempo, de las mujeres árabes. Dejamos a Juan
trabajando, pelo blanco, largo. Paseamos hasta la Basílica de Santa María de
los Reales Alcazares. Edificada sobre mezquita tras la conquista de la ciudad
en 1233 por Fernando III. Infinitas reformas. Guerras y demás hacen que el
templo haya tenido diferentes configuraciones. Mucha escultura del XX, obras
que saldrán en procesión, de Jacinto Higueras y Francisco Palma. Cofradías
lejanas en el tiempo, como de 1577, la de Jesús Nazareno. Altar presidido por
Cristo crucificado, el de los cuatro clavos, obra del XV. En escorzo. De
Benlliure un Jesús caído, de 1942. Y un Cristo de los Toreros, anónimo, del XVII.
Noche de luces amarillas, o tarde. Poca vida en la zona céntrica. Es lunes. En
San Pedro dos feligreses y monjas tras la celosía. La misa va a comenzar. Tapas
con cañas en la cantina de la estación. Y un par de ellas mas aparte. Vagón de
otros siglos como comedor para cenar de carta. Soledad en la vuelta. Sueños
bajo vigas de madera y paredes blancas. Silencio absoluto en la noche.
Pastel de manzana en Airfriyer
-
Batir 1 huevo, un chorrito de aceite, otro mas grande de leche, una
cucharada de Royal y harina hasta que quede una crema. Pelar una manzana y
cortarla en ...
Cádiz
-
*La tacita de plata.*
Estuve en otra ocasión, y la verdad, no me gustó mucho. Ahora ha cambiado
totalmente mi opinión, ¿será que la he visto con el atar...
bamberg
-
Bamberg sorprende, por sus calles y casas, de arquitectura diferente y
colorida. Hay flores por doquier, todo se cuida. También por su
ayuntamiento al...
Azurmendi
-
Primera visita al Azurmendi, tras la reciente construcción del nuevo
edificio donde cocina los menús gastronómicos. La verdad de que la
inversión no esta n...
No hay comentarios:
Publicar un comentario