viernes, 9 de septiembre de 2016

los arribes-2



Segundo día en los Arribes. Buen desayuno en el hotel. Abundante. Buscamos el Picón de Felipe. Ayer lo vimos desde abajo. Desde arriba toda cambia. Dice la leyenda que Felipe estaba enamorado y pretendía hacer trizas el picón, golpe a golpe, para que las rocas cubrieran el cauce y pudiera alcanza el país vecino. Su amor al otro lado, portuguesa. Unos veinte minutos andando, ida. La vuelta es cuesta arriba y el calor aprieta. Coche, aire acondicionado y carreteras de antaño. Estrechas, sinuosas. Pasamos a Zamora provincia. Allí mas Duero. Desde la ermita de la Virgen del Castillo hay otro mirador. La iglesia está cerrada. Impresionante el cruzar la presa de la almendra. Mar a un lado. Vacío al otro. No es el Duero, es el Tormes, alimenta al primero. Se puede parar y admirar la caída. Más vértigo. Unos kilómetros mas para alcanzar Miranda do Douro. Se pasa la frontera y está el pueblo, allá en lo alto. El Duero de nuevo, puente que lo cruza. Coqueto pueblo de casas blancas al sol, abundante. Mucho turista patrio. Restaurantes y tiendas que venden toallas y artesanía. Comemos en Capa d’Honras. Buen bacalao a buen precio. El nombre habla del atuendo tradicional para protegerse del frío y la lluvia. Una muestra en la entrada. Estatua en la plaza. Compramos pasteles de Belén. Un par de iglesias, interesantes, la de la Misericordia y Santa María la Mayor. Portugal por unas horas. Bajamos al parking, exterior. Una pequeña culebra se mimetiza con el color de las escaleras. La lengua que se mueve. Ahí se queda. Cruzamos el río, nos elevamos hasta la meseta y alcanzamos Zamora. Mas fuego en los alrededores, los helicópteros llevan agua. Dicen que todas los caminos llevan a Roma. A Madrid también, pero a veces las indicaciones confunden y las señales desaparecen.

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