Dicen
que las calles de Madrid están sucias. No es de ahora. Viene de antiguo. Mezcla
de falta de educación y de servicios de limpieza no diarios. De todo un poco.
En el ideal no harían falta dichos servicios. Sólo para recoger las hojas. Pero
somos así, se nos va la fuerza por la boca, somos, somos, y no dejamos de ser.
Pedimos derechos y olvidamos las obligaciones, como la de no ensuciar, ¿estarán
sus casas llenas de mierda? Otra calamidad mas de este país, la educación, la mala. Pues
bien, viene a esto a colación de que cuando uno anda y recorre calles se fija y
ve. Y ve la realidad que nada puede esconder. Salvo que vinieran cincuenta días
de agua impetuosa que se llevara la mierda por un sumidero que llegara al
centro de la tierra. No hace falta llegar al diluvio universal. Pero eso no va
a pasar. Así que viviremos con lo puesto, asumiremos lo que hay y miraremos de
reojo a aquellos conciudadanos que olvidan las normas, haciendo de su capa un
sayo. La espada vengativa no ayuda y no merece la pena enfrascarse con ellos. Dan
lástima. Todo esto para decir que los rincones han desaparecido, que las aceras
se olvidaron, que donde había una casa dejaron crecer otra mas moderna y mas
alta, que los lugares urbanos desaparecieron y nos faltan fotos de móviles que
no existían por entonces para poder recordarlo. Que paseo un barrio donde viví,
el de Tetuán, y donde comí diariamente, en casas de comidas. Una era Duri, en
Lope de Haro. No había barra, sólo mesas con hules de cuadros. Y el menú era
variado e incitaba a probar cosas nuevas, a salir de la rutina. Trato familiar.
Se lo llevo el tiempo, pusieron otros negocios, mas restaurantes. Busco otro
sin nombre. Quizás fuera en la calle Naranjo. Era mas económico aún. Hacíamos esfuerzos
por conseguir ahorrar o cómo comer barato. El record eran 100 pesetas. Lentejas,
60. Hígado encebollado, 25. Y pan 15. El agua del grifo en jarra. Y también
tenía hules y trabajadores y estudiantes. Hasta mendigos que se llevaban su
ración en la sección de una botella de coca cola de plástico. Y si estuvo ahí
en esa calle ya no está. Se lo llevaría la piqueta y el tiempo. Y google no da
pistas. Seguro que hay alguna foto en la memoria de alguien. Y esto aflora
paseando y buscando la Fábrica de Siempre. En Pedro Tezano, esquina Villaamil. Aquí
desde 1947. Y que sigan. Hacen horchata. Valencianos que emigraron y se
trajeron el secreto de un buen producto. Y hacen mas cosas. Su producto
estrella está delicioso. Fresco y hasta un poco granizado. Ideal para el calor.
Cerca, en el parque Rodríguez Sahagún, grupos de asiáticos combaten el calor,
meriendan, escuchan música y juegan, comparten. Mas lejos, tomamos el coche,
alcanzamos zona noble de Madrid. Mucha terraza en la calle Ibiza. Una pertenece
a Taberna Pedraza donde su tortilla de patatas con huevos especiales y poco
cuajada está deliciosa. Que sigan también antes que el paso del tiempo haga lo
suyo. Por eso, los horchateros del siglo pasado tienen mérito.
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