sábado, 6 de febrero de 2016

trespuentes

Íbamos a Trespuentes en bici, por carreteras con apenas coches, sin sensación de peligro. El puente romano cruza el Zadorra y al otro lado se llega a las ruinas romanas (luego las llamaron Iruña). Allí jugábamos, metidos entre lo que parecían restos de casas. ¿Pisábamos suelo romano? No recuerdo cuando la investigación avanzó y se acondicionó el entorno. No buscábamos monedas ni espadas. Las espadas las poníamos nosotros. Allí quedaron nuestras persecuciones y los tiros de mentira, o las peleas de pega, o las aventuras sin fin. Al lado, el convento de Santa Catalina, hoy botánico. Tras la desamortización se convierte en enclave militar en las guerras carlistas. Éstos, allí refugiados, sufren el acoso del militar riojano Martín Zurbano, el que da nombre a la calle de Madrid. Éste lo incendia matando a decenas de carlistas. Hablamos de 1836. Volvamos al presente, mas bien al pasado. Siempre hay que volver, a casa, en bici, con menos fuerzas, cansados. Por carreteras estrechas. Las ruinas siempre estaban a nuestra disposición. Para cualquier día de verano.

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