La
creencia como inspiración. La fe mueve gargantas y almas. Salmos cantados y
letras de alabanza. Túnicas y movimiento. Palmas que se juntan y palmas que se
elevan al cielo. Coro Gospel de Madrid. Creer para cantar. No parece fácil lo
contrario. No es obligatorio pero si recomendado el esperar algo para poder
seguir la letra. Artistas solistas, venidos de lejos, acompañando a los de
aquí. Casi dos horas de plegaria. Buen espectáculo. Es doce de diciembre,
asomando las navidades. Siempre llegan. Y pasan, hasta hoy, seis de enero,
tarde, los reyes se fueron, siempre pasa lo mismo. Entre medias mas música,
villancicos en iglesia oscura, casi triste. Los de siempre. Los del portal y
zambomba. Cantados por la Coral de Alcobendas. Público adulto, mucho. Que azulan
lo blanco de una piel que rodea unos ojos, que blanquean cabellos, sin voluntad
de hacerlo. Que escuchan con gafas que oscurecen un sentido, vital. Que aplauden.
La audición es corta. Busca, la Coral, gente joven, no han ido a buen puerto a
buscar. Necesitan navegar otras aguas. La parroquia se llama de San Agustín. Es
breve la misa también. De poca voz el sacerdote. Mustio. Dicen que la flor de
Pascua lo hará pronto, se volverá gris. Dicen que siempre existió, no para mí. No
la recuerdo. ¿Será verdad que se puede vivir ajeno a representaciones como esa?
Flores no vistas, comidas, cenas. El ajetreo de siempre. Ilustrísima, un salón
del dibujo y la ilustración. Jovenes y no tanto exponen y venden. Su creación,
nacida de sentidos y manos. Diferentes, artistas. Es el Museo ABC, en calle
Amaniel, estrecha y oscura. Navidades con poca luz, para correr como un niño,
tocando las manos de otros, o de la señora en silla de ruedas que parece dejar
su mano fija. Cuesta abajo y cuesta arriba, miles de anaranjados por calles que
aplauden y vitorean. El niño que no quiere salir aparece por un momento. En movimiento,
feliz, luego se vuelve a esconder. La vida no tiene piedad de la infancia. Se acaba
el año viejo. Año nuevo de paseo bajo la lluvia, con paraguas entre medias. La vida
sin agua no es vida. Las luces dejan ver las miles de pequeñas gotas. Maravilloso
espectáculo en la soledad de un pueblo, lo llaman ciudad, que nunca saldrá de
su infinito letargo. La vida esquivó Alcobendas. Recluyó a tantos en sus casas
que parece postal de cuento de invierno, triste. Y así hasta ahora. Los tres
reyes, los magos, siguieron estrella y esta desapareció y ellos volvieron a
marcharse, pero volverán, no hay mas. Volveremos a ver niños gritar, por un día,
inocentes, mirando barbas inmensas, la negrura de unos ojos, o las luces de una
carroza, mágica. Es de noche, ya.
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