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estibaliz
Desde finales
del XII lleva erguido este santuario. Joya del románico se llega a él por
carretera o caminos. En coche, bici o andando. Escenario de romerías. Juegos en
campas, idas en bici. Pelotas y frontones. Adentrarse en lo desconocido si se
sigue el camino. Mas campas. Una tienda de recuerdos. Unos monjes que visten de
oscuro. Un bar donde refrescarse. Paellas en mesas de madera. Estibaliz es
recuerdo de bodas y celebraciones. De arroz que pisamos. De esperanzas
meditadas ante una imagen antigua, la patrona de Álava. Preside la austeridad
de una sencilla nave, en forma de cruz, donde hará frío si es invierno y se
agradecerá si es verano. De misas austeras también, de oraciones cantadas. De
puertas que se abren. De columpios que se avejentan. De una cuesta final que se
hace dura, de tanto tiempo pasado que ya los monjes van mermando. Son benedictinos.
Toda una vida alrededor de unas campanas que tañen desesperadas mientras
exploramos los rincones, con la avidez de la infancia. Mientras soñamos. Y ellos
pasan, y miran, y llevan capucha, y se recogen en su monasterio, y nosotros
seguimos, bajando la cuesta.
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