domingo, 24 de enero de 2016

colmenar de oreja-chinchón



Dicen que la Martina fue torera, nacida en Colmenar de Oreja, en los albores del siglo XIX. Una excepción para su época. Una acuarela que la retrata se exhibe en el Museo Ulpiano Checa, principal atracción de la localidad. El pintor nació allí en 1860. Viajero infatigable, recorre mundo plasmando lo que ve. La exposición se divide en varias salas, empezando por el mundo local y pasando al mundo romano. Con la literatura como fuente, el pintor plasma lo leído en Ben-Hur o Quo Vadis?. Esas escenas servirán de inspiración a los futuros cineastas. Espectacular el lienzo “Los últimos días de Pompeya”, donde los habitantes huyen de la lava amenazadora. Formato grande para un cuadro de enorme tensión. La “carrera de carros romanos” nos lleva a los circos romanos. Se exhibe un cuadro pequeño. Las dos versiones de gran tamaño están en Londres y en la Casa Rosada de la presidencia argentina. Pasión por retratar caballos. Y facilidad. “No parece hacer nada pero se ve todo”. En la distancia las escenas son reconocibles y de cerca las pinceladas parecen estar aisladas. Pasara lo mismo en el cuadro dedicado a la batalla de Waterloo. Sala América y África para pintar otros tonos, retratos y los colores del desierto. Costumbrismo español en otra sala para acabar con Francia, lugar donde murió a los 55 años. Juegos de luces y sombras y mas caballos. También esculturas. Artista polifacético. La visita se completa con una muestra de artistas contemporáneos de Ulpiano. Muy interesante, el romanticismo en plena efervescencia. Nos despedimos del encargado que no ha visto mas gente. Vinimos solos y nos vamos solos. Poca gente viene, nos dice, no la que debiera para la calidad del museo. Paz y sosiego afuera. Pueblo de Madrid, alejado. En la oficina de turismo a la que se accede mediante aldabonazo nos dan profusa explicación del pueblo y su gastronomía. La magnífica plaza porticada sirvió para salvar el barranco que dividía el barrio judío del cristiano, la villa del arrabal. Se asienta sobre un túnel de piedra. Terrazas muy amplias sobre los soportales. Poca gente y la pena es que haya coches. Atravesamos el túnel, de tiempos de Carlos III y tras breve paseo alcanzamos la ermita del Cristo del Humilladero. Llamado “el morenito” no es el original, destruido en la guerra civil. Es una copia de 1940 de buena factura que presenta al crucificado con faldón granate. Dicen que el original fue un regalo de Pio V a la hija de Bernardino de Cárdenas, caballero de la localidad que murió en la batalla de Lepanto. Volvemos a la plaza, que sigue en paz, con abuelos al sol y a la sombra. En la Iglesia de Santa María la Mayor se casan Andrés y Beatriz. Asistimos al final de una boda sin música. Solo en la comunión el sacerdote dará la tecla para que suene el siempre emocionante Ave María interpretado por Bocelli. Pocos asistentes, algunos fuera. Grandes murales de Ulpiano a ambos lados del altar y otro enfrente de la entrada. Construida por la orden de Santiago en el XIII tiene signos de fortaleza. El cura, sin ayudante, se mueve de un lado a otro. Se apaga la música y los novios se van a la sacristía, a firmar. Hora de comer, en Casa Neo. Un menú de productos típicos de la zona. Bien, excelente el zacatín de naranja. Llevan 22 años haciéndolo, invento propio de zumo de naranja, yema de huevo y azúcar. Mas años lleva el local abierto. Se remonta a 1886. Hora de tomar el coche y alcanzar Chinchón, a 5 km. La paz de Colmenar se rompe en la fotografiada plaza de Chinchón, de vigas verdes en doble piso de balcones. Burros, tren turístico, terrazas, puestos y gente.  El castillo espera restauración. Pertenece a los condes de la localidad. El parador tiene claustro transformado en cafetería. Se ve Madrid en la lejanía con torres espectrales. Sin signo de vida desde aquí. No llega el ruido, el ruido o el silencio. El único acompañante de la tarde son niños que juegan en un parque infantil al sol de un día de primavera anticipada que nos pilla con abrigo y el paso cambiado. Se vende la casa donde vivió Goya, dice un cartel en la panadería. Y es verdad, luego la veremos. Allá habitó y pintó un lienzo a petición de su hermano Camilo, capellán del templo. En la plaza, la posada donde curó Frascuelo de sus heridas tras cogida en el improvisado coso. Esperamos que abra la iglesia de la Asunción para ver el cuadro de Goya. En jardín contiguo un busto de Francisca Enríquez de Rivera, condesa de Chinchón y Virreina del Perú. Dicen que estando allí enfermó y salvó la vida gracias a una planta. Difundida dicen por ella luego como la quina. Abre el recinto sagrado, y mucha gente accede de golpe. La encargada de preparar la misa pide silencio. Goya en el centro del altar. Relieves a los lados y calvario asimétrico arriba. Tiempo de volver, curvas hasta llegar a la A3. Suena la música.

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