Hogares de auxilio social de la Falange. Posguerra. Niños huérfanos o que no
podían ser atendidos, con padres enfermos, presos o desaparecidos. Desheredados en suma. Pero niños
al fin y al cabo, con más hambre que otra cosa y ganas de jugar y de que llegue
el domingo para ver si la visita trae comida. Y peleas, y violencia, y miseria.
Y cuidadores y cuidadoras sin más labor que castigar y pegar. Y esperas y
sueños al otro lado de la tapia. El autor estuvo en uno de ellos y recopiló
esas historias y otras de otros hogares. Y las pinta en niños de mirada triste
o alegre, de manos en bolsillo. Me quedo con un personaje que aparece solo en
una historieta, sentado en el suelo, cabizbajo. Dice que no sabe por qué está
ahí, pero se quiere ir. Le llamaban el alemán. Y cantaba todo el día esa
canción sobre un caballito blanco, un sueño eterno, al que espera que lo
rescate para llevárselo a su tierra.
Paracuellos. Carlos Gimenez. 2007
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