
El Retiro en sombra o en sol se llena de
paseantes y visitantes. Es la feria del libro. Nos agolpamos en las casetas y
nos llenamos de bolsas. Algunos en cola para que el autor firme. Otros esperan
tanto y al sol que se marean. Los célebres firman, los menos firman poco o
esperan que llegue el admirador. Fiesta que disfruto, se lee, y que no se deje,
muchos jóvenes y niños. Todos los libros del mundo parecen estar allí. Antes, cuando la mañana era mas fresca, nos perdemos por
senderos diferentes donde aparecen vestigios de casa de fieras con fosos o
pavos reales donde el macho se expone cual modelo abriendo plumas para llamar a
la hembra. También con berridos de alto voltaje. También rincones con estatua
ecuestre de señorito andaluz y sombrero cortejando a la moza que asoma al
balcón. Contraste de negros y blancos en rincón poco transitado. Y nace como
homenaje a los Hermanos Álvarez Quintero, autores teatrales. También el rincón
de la Casa de Vacas da pie a la asistencia de mayores sobre todo que esperan
que se abra la instalación para admirar la obra de la monja pintora Isabel
Guerra; fotos impresas de no se qué forma que asemejan rugosidades y cielos
diferentes, óleos de inspiración juvenil y dibujos a grafito que dejan entrever
la técnica depurada de una persona autodidacta que retrata sobretodo y también
firma libro, el de la paz interior, que no se ve en la feria. Libro con fragmentos
que adornan la exposición y que incitan a meditar. De la feria nos despide un
gentío, un mediodía ya caluroso, vibrante de luz y moteado con el polvo de un
Retiro que se me ofrece sediento, no de habitantes, sino de agua, la que este
año no asoma, en Mayo de sequía, la que no vino por los días del Labrador y
parecen esquivar los libreros. Que siga la lectura.
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