miércoles, 28 de enero de 2015

tiempo



Joe Rigoli se cansó de seguir. Su frase perdudará, “yo, sigo”. Ley de vida, el intentar no desfallecer. El tema es cómo. Decía Ruskin hace ya muchos años, siglo XIX, lo siguiente: “es esa vida de la costumbre y lo accidental en la que muchos de nosotros pasamos buena parte de nuestro tiempo en el mundo; esa vida en la que hacemos lo que no nos hemos propuesto, y en la que decimos lo que no queremos decir y asentimos a lo que no entendemos; esa vida enterrada bajo el peso de las cosas externas a ella, que, en lugar de asimilarlas, se ve moldeada por ellas,….”
Cuestión de decidir, elegir qué vida se quiere vivir. En mi periodo de convalecencia el tiempo se hace largo. Las horas tienen mas minutos,  para leer, ver o escuchar. Tiempo para elegir entre la basura de gran hermano, VIP o no VIP, de miserias voceadas disfrazadas de experimento sociológico, con entresijos expuestos de relaciones viciadas y teatralizadas que discuten el absurdo. O decidirse por la bonita y agradable Gran Hotel Budapest. Cine visual, simétrico y con sentido del humor. O seguir el patético Master Chef Junior con niños a los que no se deja ser como tales en vez de contener la respiración viendo imágenes inéditas de la segunda guerra mundial sin rostros guapos, con muertos reales, con explosiones sin alardes, rostros que descubren la cámara y miran fijamente, impotencia mientras se alejan. El estado mental es, aparte de algo particular de cada uno, una revista. Nacida con intenciones, “la aspiración de vivir una vida que merezca la pena ser vivida”, “descansar de la máscara”. ¿Cómo? Primer paso, “entender el mundo”. “Ya que no en la superficie, quizá las cosas tengan sentido en lo profundo, puede que haya llegado la hora de sumergirse en las profundidades”. Ayuda para pensar y reflexionar. Ahora sólo queda elegir y discernir, día a día, mientras se tatúa en nuestra mente el mensaje de Rigoli.

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